ONG Rescate ha denunciado este viernes, cuando se cumple un mes de la explosión en el puerto de Beirut que causó la muerte a más de 200 personas y dejó al menos 7.000 heridos, la alarmante situación en la que se encuentran los campos de refugiados que a lo largo de todo el país acogen a cerca de 1,7 millones de personas, fundamentalmente de Siria y Palestina. 

Según denuncia la organización, la explosión, que ocurrió en el puerto civil donde se almacenaba el grano para un país que importa entre el 80 y el 85 por ciento de su alimento, está repercutiendo de manera “drástica” en el país con más refugiados per cápita del mundo y las consecuencias ya se empiezan a sentir en los campos de refugiados. 

Para la directora de ONG Rescate, Cristina Bermejo, “definitivamente una explosión de este tipo nunca es buena, pero en el caso del Líbano, ocurrió en el peor momento y en el peor lugar, cuando el país está pasando por su peor crisis económica desde la guerra civil. Es una explosión en medio de una crisis económica, sanitaria y política, que hará más complicada la vida no solo de los libaneses, sino también de los refugiados palestinos y sirios que viven en el país”.

Bermejo ha mostrado así su preocupación por un país que se encuentra desde hace cerca de un año sumido en un clima de inestabilidad política y económica a la que se sumó la pandemia de la Covid-19 a principios de 2020 y la explosión el pasado mes de agosto, además de soportar desde hace décadas las consecuencias de las guerras en la región. 

Tal y como publicó Acción Contra el Hambre en un estudio reciente, se calcula que el 70 por ciento de los libaneses y el 88 por ciento de los sirios refugiados en el país han perdido su empleo desde que comenzó la pandemia. 

Además, se estima que en Beirut hay algo más de 1,6 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente el 20 por ciento ha perdido su casa debido a la explosión, convirtiendo en desplazadas a 300.000 personas, lo que “aumentará la pobreza estructural y la discriminación hacia las personas refugiadas”.

Nadia Rdeini, responsable del proyecto de escolarización apoyado por ONG Rescate en el campo de refugiados de Ale Askar, considera que la explosión “fue catastrófica y afectó a todo el Líbano”. 

“Todos los ojos del mundo están puestos en Beirut, todo el mundo está ayudando allí, así que por supuesto que nuestro proyecto se va a ver afectado porque todos los fondos irán directos a Beirut y se olvidarán de los campamentos y de los refugiados, por lo que, indirectamente, Ale Askar se verá muy afectado”, asegura la responsable de este proyecto cuyo objetivo es garantizar la escolarización de 180 niños y niñas refugiadas procedentes de Siria.  

Iman Kallam, trabajadora humanitaria en Líbano, asegura que la explosión tendrá graves consecuencias en los campos, pues “aquí todo está conectado”. “En general, los refugiados en el Líbano luchan contra muchos desafíos en su vida diaria debido a las terribles condiciones a las que se enfrentan y a la exclusión legal por parte del Gobierno, que no ha encontrado soluciones para los refugiados debido en parte a la falta de capacidad y en parte a las crisis políticas y económicas a las que se enfrenta el país. La explosión ocurrida en Beirut ha añadido una nueva carga, ya que, aunque fue la capital la que sufrió la destrucción y las principales consecuencias, todas las ciudades se están viendo ya afectadas, fundamentalmente en torno a la economía”, añade Kallam.  

Además, la trabajadora reconoce que “la explosión ha creado definitivamente una especie de miedo dentro de cada persona que vive en el Líbano. El miedo a la guerra está creciendo dentro de nosotros. Para los refugiados sirios debe estar siendo aún más difícil, ya que hace apenas unos años que abandonaron sus hogares y sus tierras huyendo de la guerra y en busca de seguridad. El miedo a otra guerra debe ser aterrador”, concluye.