L. Calvo (ONG Rescate). Huir de una situación de peligro, pongamos por caso, una guerra, o una ley que criminaliza la diversidad sexual. O una sociedad que persigue la transexualidad. O una práctica que coarta la libertad de la mujer, que la obliga a casarse contra su voluntad o que amenaza su integridad física. Después, enfrentarse a un camino lleno de riesgos e incertidumbres. Muchas veces arriesgando la vida para llegar a destino. Y una vez allí, donde se busca la protección, la supervivencia, encontrarse con un muro que parece infranqueable: el aislamiento.
Esto es lo que se encuentran muchas personas refugiadas no hispanoparlantes a su llegada a España. La primera barrera, la más cotidiana, es el desconocimiento del idioma del país de acogida. Una carencia que hace de personas vulnerables por su situación de persecución, aún más vulnerables. La comunicación es tan básica que solo cuando falla la valoramos en su justa medida: no poder preguntar una dirección en la calle, no poder describirle a un médico qué nos ocurre, no poder hablar ni entender a la gente que nos rodea… Sentirnos fuera de todo. A este enorme desafío, a menudo invisibilizado, se enfrentan miles de personas refugiadas y solicitantes de asilo. Ayudarlas a derribar esta barrera, un primer paso para que puedan rehacer sus vidas, es el objetivo de la enseñanza de español como lengua extranjera en entornos de migración y refugio.
Una enseñanza profesional y especializada
Contar con profesorado especializado y con experiencia en la docencia a personas migrantes y refugiadas es fundamental para conseguirlo. Al perfil vulnerable del alumnado se suma su carácter heterogéneo en origen, creencias, nivel de formación y alfabetización, haciendo la enseñanza más compleja y más exigente con el papel del docente. En el aula conviven personas con lenguas maternas tan diferentes como el árabe, el francés o el ruso, que ni siquiera comparten alfabeto, y cuyas trayectorias vitales son también diversas. Para Mere Ortiz, profesora de español en ONG Rescate, y con años de experiencia en la docencia a personas migrantes, la afectividad es un elemento imprescindible para vencer los obstáculos. Cuidar el bienestar de las personas, empoderarlas y aumentar su autoestima para conseguir una mayor eficiencia y rapidez en el aprendizaje y favorecer su recuperación emocional.
Y es que un factor común en el alumnado refugiado es la suma de estigmas. Al estigma que pueden sentir por ser migrantes, por el racismo que puedan haber sufrido o por el desconocimiento de la lengua del país de acogida, se suman los estigmas relacionados con su historia de persecución en el país de origen. Muchas personas refugiadas lo son después de (o a causa de) haber sufrido el rechazo de sus comunidades, por ejemplo, por su condición LGTBI o por haber rechazado el rol que se les asignaba (es el caso de las mujeres que huyeron de la mutilación genital femenina o del matrimonio forzado).
Desmontar ese estigma es una de las estrategias de las clases de español. Puede parecer un objetivo alejado del idioma, pero no lo es: las palabras y su sentido siempre ofrecen una visión del mundo. Por eso Mere, profesora de español de ONG Rescate, emplea una metodología y materiales en los que se rompen esos estigmas, mostrando ejemplos en positivo en los que se puedan sentir reflejadas sus alumnas y alumnos, reforzando la confianza de las y los estudiantes sin juzgar sus culturas de procedencia.
La inmersión lingüística y el voluntariado
Otra de las claves para el éxito de la enseñanza del español es su práctica fuera de las aulas, una inmersión lingüística que el propio alumnado considera difícil. Al carecer de redes de apoyo social en el país o un puesto de trabajo, el uso cotidiano del español es limitado. Por eso es imprescindible ofrecer espacios donde puedan practicarlo y ganar confianza. El papel de programas como Befriending, que fomenta la creación de vínculos de apoyo social entre personas refugiadas y voluntariado local es muy importante para este fin, por lo que se insiste a voluntarias y voluntarios en el uso del español como lengua vehicular.
En el caso del voluntariado de español, el perfil es aún más específico, pues se buscan personas con formación en filología, docencia o lenguas, que cuenten con la experiencia y herramientas necesarias para reforzar las enseñanzas mediante talleres y apoyo en sesiones de conversación.
En última instancia, al conocimiento se llega con tiempo y constancia. Para las personas que asisten a las clases, es una cuestión de supervivencia en la que vuelcan su esfuerzo para construir una nueva vida en su nuevo país. Pero las profesoras insisten: incluso cuando se consigue una base, cuando hay una capacidad suficiente para buscar trabajo o manejarse en el día a día, es importante no abandonar las clases. Únicamente adquiriendo soltura y plenas competencias en el idioma las personas refugiadas y migrantes pueden aspirar a mayores oportunidades e inclusión.