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Teiche Nint Elhadj está sentada en el suelo, rodeada de matas de cacahuete arrancadas. Es la presidenta de la cooperativa de mujeres Ledjihar, de una pequeña aldea llamada Saidou Ehel Sidi, en Mauritania. El terreno, de media hectárea, es suyo, y decidió compartirlo con otras mujeres de la comunidad. Hoy está muy contenta, no para de regalar bendiciones y agradecimientos. El vallado de la finca, que impide la entrada a los animales, y el apoyo que han recibido de técnicos agrícolas, han contribuido a que la cosecha haya sido excepcional. En una región donde comer o no comer depende de un frágil equilibrio, esta pequeña victoria es vital.
Teiche y sus compañeras de la coooperativa viven en el Sahel, una franja que recorre de este a oeste el continente africano al sur del Sahara, y una de las regiones del planeta más vulnerables al cambio climático. Además de su alto grado de deterioro ambiental, esta zona está azotada por largos periodos de sequías y crecidas, dificultando las condiciones de vida de la población local, que subsiste mayoritariamente gracias a la ganadería y a la agricultura. Y que se enfrenta periódicamente a crisis alimentarias. Lo que en palabras menos técnicas es, simple y llanamente, hambre.
Si a esto le añadimos la alta tasa demográfica, la falta de acceso a recursos básicos como el agua y la electricidad, la fragilidad de los servicios sociales y la creciente inestabilidad de la zona, se crea un caldo de cultivo para potenciar las migraciones, el aumento de los conflictos por la competencia de los recursos y el reclutamiento para grupos armados.
La zona de Tillia, Níger, está completamente seca en esta época del año. En la enorme explanada, 443 personas, hombres y mujeres, equipados con picos y palas cavan extrañas figuras en el suelo. Al terminar, el terreno queda tapizado por 23.400 lunas en fase de cuarto menguante. Son las llamadas “demi-lunes”, una técnica tradicional de recuperación del suelo que permite retener el agua, acumular el suelo arrastrado por la escorrentía y favorecer el asentamiento de especies vegetales, reduciendo así la erosión.
La climatología del Sahel condiciona el modo de vida de sus habitantes. En el Sahel se dan dos estaciones muy marcadas, una seca de nueve meses de duración, y una lluviosa de tres causada por el monzón de África occidental. De la duración, la intensidad, y la predictibilidad de la temporada de lluvias depende la subsistencia de la gran mayoría de los habitantes del Sahel. Sin acceso regular al agua, durante la temporada de lluvias es cuando se cultiva el cereal que va a ser la base de la alimentación durante el próximo año. Además, en función de las lluvias, variará la cantidad de pasto y agua disponible para el ganado. Este frágil equilibrio está en peligro en tanto que la temporada de lluvias es cada vez más variable e incierta.
La cooperativa agrícola de mujeres de Melga, Mauritania, se ha reunido para asistir a una formación sobre técnicas de mejora de la calidad del suelo. Paño en la cabeza, herramienta al hombro, están atentas a las explicaciones de cómo hacer zaïs, demi-lunes y cordones de piedra, técnicas tradicionales que harán que el suelo de sus parcelas sea más productivo. Meses después, tras la cosecha, aquellas que pusieron en práctica lo aprendido se mostrarán encantadas con los resultados obtenidos.
Son las mujeres las que en su día a día sufren más el efecto del cambio climático. Sobre ellas recae la responsabilidad de la recolecta de recursos, tales como el agua o la leña, siendo esta cada vez más penosa. Si bien juegan un papel primordial en la provisión de recursos, están social y culturalmente apartadas de la gestión de los mismos, por lo que su dependencia del hombre es absoluta, quedándose con escasos medios para mantener a la familia en caso de migración o muerte del marido.
Kothié es una aldea fulani, eminentemente pastora, situada en el extremo sur de Mauritania. Cuentan con un solo pozo, que desde el mes de abril, hasta julio, cuando comienzan las lluvias, se secaba, obligando a las mujeres a esperar varias horas para recoger agua o a desplazarse varios kilómetros. La rehabilitación del pozo y el aumento de tres metros de profundidad han hecho que haya agua disponible todo el año. Además, en la comunidad de Kothié se ha puesto en marcha una lechería, que aportará recursos extras a sus habitantes.
La estrategia de ONG Rescate en la zona del Sahel consiste en potenciar medidas de adaptación contra el cambio climático, dando a la población los medios para que los efectos del mismo sean más leves.
Así, se apoya a que las comunidades tengan acceso al agua, tanto para uso humano, como agrícola o pastoral, a través de la construcción y rehabilitación de pozos, y de la construcción de infraestructuras para la retención del agua.
También se trabaja para que el ganado tenga acceso al alimento a lo largo de todo el año, a través de la ordenación de espacios pastorales y la creación de bancos de alimento para el ganado (3 en Mali, 2 en Níger y 1 en Mauritania).
La diversificación de las fuentes de ingreso es una medida básica de adaptación a factores externos. Por ello se acompaña en el desarrollo de actividades generadoras de ingresos (cría de cabras y vacas, engorde de ovejas, avicultura, mini-lechería, huertos comunitarios…), dando prioridad a la participación de mujeres. Para favorecer la correcta gestión de los recursos, y aumentar la independencia de la mujer, se trabaja también en su alfabetización.
La familia de Aly Sissoko fue elegida por sus propios vecinos para ser beneficiaria de la actividad de cría de cabras. En Aourou, Mali, todos se conocen, y saben que es la familia más vulnerable del pueblo. Así que con 5 cabras, 4 hembras y un macho, pueden empezar su propio rebaño: al fin y al cabo, todo el mundo en el Sahel sabe cómo criar cabras.
Por otro lado, el cambio climático, junto con las malas prácticas, favorece la desertificación de una zona degradada como el Sahel. Desde ONG Rescate promovemos acciones de sensibilización ambiental de la población, y realizamos actividades de restauración de espacios degradados de forma que se aumente la retención del agua, se mejore su calidad y se potencie el crecimiento de cobertura vegetal. También promovemos la silvicultura, a través de la plantación de especies arbóreas con interés económico. Finalmente se trabaja en la prevención de incendios, a través de la realización de cortafuegos y la movilización de brigadas anti incendios.
Nueve meses de trabajo, casi 80 metros de profundidad cavados de forma manual, pero finalmente Tabatolt, en Níger, tiene acceso al agua sin necesidad de recorrer kilómetros de distancia. Ahora, alrededor del pozo, se concentran personas y animales que trabajan juntos en la laboriosa tarea de sacar el agua, un esfuerzo ímprobo a pesar de los sistemas de poleas hechos con llantas de coches.
El Sahel es uno de los puntos más calientes de la amenaza ecológica a la que se enfrenta todo el mundo. Pero aquí, las consecuencias son mucho más letales. El cambio climático es también una cuestión de injusticia porque extrema las desigualdades económicas y sociales a nivel mundial que ya provocaban pobreza, hambre y desplazamientos. Con una población altamente vulnerable, donde mujeres y menores son los más perjudicados, es imprescindible la búsqueda de soluciones sostenibles que permitan a las comunidades no solo sobrevivir a las crisis, sino construir una forma de vida independiente de las ayudas y con las vistas puestas en un futuro a medio y largo plazo.
Algunas cifras de ONG en Sahel:
· Hasta la fecha la ONG Rescate ha dado apoyo a 15 cooperativas agrícolas en Mauritania y 9 en Mali.
· Se han hecho actividades de recuperación de suelos en 110 hectáreas en Níger, 30 en Mauritania y 20 en Mali.
· Se ha promovido la realización o mejora de 13 pozos en Mauritania, 6 en Mali y 3 Níger.
· Se ha suministrado animales a 50 familias y 4 cooperativas de mujeres en Mali, 120 familias y 5 cooperativas de mujeres en Mauritania y 292 familias en Níger.
Víctor Pascual es cooperante en Mali y responsable de proyectos de ONG Rescate en Sahel.
*Fotografías de Víctor Pascual y Susana Otero.