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He sufrido rechazo y violencia por ser gay

mar 31, 2019

Edgar abandonó Venezuela después de sufrir amenazas de muerte por su orientación sexual y el rechazo de parte de su familia.

Soy de Lechería, una ciudad en el oriente de Venezuela. Cuando era niño ya sabía que mi preferencia sexual no era igual a la de mis amigos. Siempre fui muy amanerado, me gustaba pasar tiempo con las niñas y prefería jugar con ellas que con los niños. Me gustaban las muñecas y todas las cosas propias de las niñas. Recuerdo que quedaba en el recreo con una compañera de clase y jugábamos juntos a peinar un poni y con las Polly Pocket, hasta que un día nos encontró nuestra profesora y me regañó, solo a mí, por estar jugando a cosas de niñas y no con mis compañeros que hacía cosas “normales”.

Los compañeros del colegio y mis amigos se burlaban de mí por esto, me hacían sentir que no era normal. En varias ocasiones llegué a escuchar en mi familia insultos hacia las personas homosexuales. Especialmente recuerdo escucharlos decir alguna vez que preferían un hijo muerto a un hijo maricón. A través de los años fui escuchando cómo insultaban y denigraban a las personas LGTBI y fui viviendo con miedo a recibir el mismo trato, por lo que aprendí a vivir ocultando mi preferencia sexual.

El tercer año de bachillerato le conté a un compañero de clases que era gay, pensando que por nuestra amistad jamás iba a divulgar mi secreto. Sin embargo, unos meses después lo contó todo a los compañeros de clase. Después de eso ya no solo eran insultos, también empezaron a lanzarme objetos. Un día me enviaron una nota de citación de la dirección del colegio. El objetivo era hablar con la directora y con la psicóloga del centro sobre mi preferencia sexual. No recibí apoyo por parte de la dirección, todo lo contrario, me ofrecieron iniciar una terapia con la psicóloga para poder “curarme”, porque no era normal que me gustaran los hombres. En esa reunión, yo negué completamente que fuera gay por el miedo a que llamaran a mi madre y el asunto trascendiera.

Cuando tenía 17 años, con intenciones de salir de mi casa decidí estudiar en otra ciudad. A pesar de haber sido aceptado en una universidad cercana en un buen programa, mentí y dije que quería estudiar una carrera en algo que no ofertaban allí. Ya no soportaba seguir escondiendo mi sexualidad, quería experimentar, quería tener una vida sin críticas y sin malos tratos.

Los primeros meses en Caracas no conocí a nadie. Luego descubrí un bar de ambiente que empecé a frecuentar, y a conocer gente de mi colectivo. No era tan fácil, ya que los sitios eran escasos y estaban bastante ocultos para no llamar la atención y evitar problemas con las personas homófobas. Era muy habitual que la policía entrara en los bares de ambiente para hacer requisas sin motivo alguno. Cuando entraban a los bares solían ponernos a todos contra la pared y someternos a las burlas e insultos. Después cerraban el bar y si no nos llevaban detenidos, nos mandaban a casa.

Un par de años más tarde, andando con unos amigos gais por el centro de Caracas, unos policías nos detuvieron porque uno de mis amigos estaba vestido con ropa de mujer. Nos dijeron que “estábamos alterando el orden público” y que esto era motivo de detención. Ya sabiendo cómo funcionaban las cosas en mi país, le tuvimos que dar la cantidad de dinero que nos pidieron para evitar que nos llevaran presos y que nuestras familias se enteraran de lo ocurrido.

De vuelta en mi ciudad mis hermanos se enteraron de que era gay. La reacción de mi hermano para mí fue muy impactante. Él empezó a llorar como si le hubieran dicho que me había muerto. Mi otro hermano se quedó en shock y prácticamente no dijo palabra. Varias semanas después empezaron los insultos y el rechazo por parte de ellos hacía mí. Yo lo vi normal, ya que la mayor parte de mi vida había convivido con el rechazo e insultos de otras personas. 

Meses después salí a beber algunas cervezas con unos amigos. Al lugar llegaron mis hermanos en el coche y me ordenaron subir al vehículo. Empezaron a pegarme patadas y puñetazos. En mi casa me sacaron del coche todavía dándome golpes, hasta que intervinieron dos vecinos al ver que yo estaba tirado en el suelo y ellos continuaban pateándome. Una vez dentro de casa, mis hermanos me prohibieron contarle a mi madre lo que había sucedido y me obligaron a inventarme una explicación si ella me preguntaba qué me había pasado. Después de esto mis hermanos, estuvieron aproximadamente un año sin hablarme.

Después de tener un par de años viviendo en mi ciudad natal, conseguí una pareja. Recibimos muchos malos tratos, insultos y agresiones de parte de muchas personas. En una ocasión nos besamos dentro del coche y por mala suerte nos vio un policía. Nos detuvo porque según él estábamos cometiendo actos inmorales en la vía pública. Le tuvimos que entregar varias pertenencias para que no presentara cargos en nuestra contra. 

Después de tantas malas experiencias yo ya no quería salir, no quería que nos vieran en público, que la gente murmurara sobre nosotros, ni enfrentarnos a insultos ni agresiones. Finalmente me había convencido de que lo que estábamos sintiendo estaba mal, por lo que le dije a mi pareja que no podíamos seguir con la relación.

Estuve casi tres años con mi actitud de no querer salir de fiestas y evitaba encontrarme en la calle con los conocidos que eran gais o lesbianas para que no me relacionaran con ellos. Esos tres años me dediqué en exclusiva al negocio de repostería que había montado con mi madre.

Cuando tenía 27 años, salía de una discoteca agarrado de la mano con mi nueva pareja, porque a esa hora pensamos que nadie nos vería. Nos vieron, y unos hombres nos insultaron, nos agarraron a golpes y me robaron el móvil. De mi móvil sacaron números de teléfonos de familiares, y se convirtió en una persecución. Nos tuvimos que mudar de ciudad y cambiar nuestros números. Sin embargo, lograron contactarnos y todo pasó a ser amenazas de muerte. De ahí, nos tocó salir del país.

Hoy, 28 de junio, cumplo un año de haber llegado a España. Los primeros meses aquí fueron de adaptación, no se nos hacía normal salir agarrados de la mano. Fue un proceso de ir aceptándonos, ver que no estamos haciendo nada malo, que es normal. Cuando llegamos a España nos dimos cuenta de que nosotros no somos los raros, los raros son todos aquellos que nos agreden y lastiman por nuestra orientación sexual. Nosotros somos personas normales, amamos y queremos igual que todos. Aquí es donde he entendido eso.

Ya tengo permiso de trabajo, acabo de terminar mis estudios en pastelería y repostería, por lo que voy a buscar reunir un poco de dinero, para en un futuro montar un negocio de repostería como el que tenía en Venezuela.

Mi mensaje para el mundo entero es que nos tenemos que aceptar todos. Uno se acostumbra al maltrato y a la represión. Es hora de empezar a entender que nunca debemos acostumbrarnos a eso. Somos humanos y tenemos los mismos sentimientos que tiene cualquier persona.

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