En esta segunda entrevista de la miniserie "De niña a mujer sin derechos en un país extranjero", queremos animarte a que conozcas a Nadia Rdeini, quien forma parte de nuestro proyecto en Líbano. Ellas son nuestras manos allí y también nuestra alma y razón de ser.
Nadia, ¿puedes contarnos cómo ha sido tu vida personal y profesional, desde la infancia hasta el presente?
Es difícil nacer en un lugar donde se te considera refugiada a pesar de ser el lugar al que pertenece tu madre, donde conseguiste tu educación, pasaste toda tu infancia y, lo más importante, el lugar donde te sientes segura. Soy palestina y estoy orgullosa de ello y de todo lo relacionado con mi patria; pero vivo en el Líbano y todo lo que quiero son mis derechos: mis derechos civiles, los derechos básicos de los que me privan sólo porque soy palestina.
Nací en una familia pobre de refugiados y estudié en una escuela de la UNRWA. Un maestro me preguntó una vez: “¿qué quieres ser en el futuro?” y yo respondí: "mi sueño es ser farmacéutica". Sonrió y dijo: “Inshallah, pero sabes que no serás capaz de abrir tu propia farmacia, ¿verdad?”. Lo recuerdo bien, a pesar de que solo tenía 10 años. "Maestro, ¿por qué no puedo ser farmacéutica?, pregunté. "Tú eres palestina, no tienes derecho a abrir tu propia farmacia”, me respondió. Toda la noche estuve pensando en por qué solo por el hecho de ser palestina no podía tener sueños, por qué no podía ser lo que yo quería ser. En ese momento me di cuenta de que los palestinos no pueden vivir una vida normal, privados de sus derechos humanos básicos.
Mi madre es libanesa, su sangre fluye por mis venas, pero no se le permite darme su nacionalidad. Yo realmente no necesito su nacionalidad, todo lo que necesito son mis derechos como ser humano. La ironía de la ley libanesa es que las madres no pueden dar a sus hijos su nacionalidad. La única manera de conseguirlo es enamorarme de un libanés y casarme. Después de 3 años de matrimonio y de tener un hijo puedo conseguir la nacionalidad libanesa. ¿Cómo es eso para la discriminación de género?
Por supuesto que no soy la única que sufre esto. En el lugar donde vivo –Beqaa, cerca de la frontera siria– la mayoría de los palestinos tienen madres libanesas. Pero esto no cambia nada. Seguimos siendo refugiados según el gobierno libanés. Siempre me niego a que me llamen refugiada; soy una palestina que trabaja en un país extranjero. Mi dinero va a la economía libanesa. Estoy agregando valor a este país, así que no permito a nadie que me llame refugiada, porque eso sería aceptar ser tratada como una esclava. Creo que mi fuerte personalidad es el resultado de lo que presencié cuando era niña.
Finalmente, no estudié farmacia y no porque no pudiera abrir mi propio establecimiento después, sino porque era demasiado caro para una chica palestina. Recuerdo que una vez tuve una entrevista de trabajo donde después de considerarme una de las mejores candidatas me rechazaron por ser palestina. Hace poco no me dieron el puesto que merecía en otra empresa por la misma razón. Pese a todo, sé que nunca me rendiré, nunca permitiré a nadie que me explote solo porque soy palestina.
¿Qué aprendizajes sacas de los desafíos que te ha puesto por delante la vida?
Mi vida está llena de desafíos y obstáculos. Hoy en día sigo luchando y sufriendo, pero con la lección aprendida de no rendirme y de que la vida ni es justa ni es fácil, pero está en mi mano elegir cómo vivirla.
¿Qué haces ahora en junto a ONG Rescate? ¿Cómo está tu día a día?
Actualmente, estoy trabajando como coordinadora del socio local de ONG Rescate y como responsable de proyectos en la organización Lighthouse Peace Iniciative (LPI). Trabajo para mantener a mi familia, pues entre la pandemia, las malas condiciones económicas del país y la situación política están haciendo que nuestra vida sea aún más dura.
¿Cuáles son tus planes de futuro?
Para ser honesta siento que tengo una responsabilidad hacia esta generación, debo apoyarlos tanto como pueda y estar dispuesta a seguir ayudando. Soy feminista y las mujeres aquí me necesitan, así que voy a tratar de crear un ambiente seguro para ellas. Espero que entre todas podamos construir una sociedad sin guerra ni violencia.
Vivimos con gran preocupación las consecuencias de la explosión en Beirut. Tú que estás allí, ¿qué repercusiones crees que tendrá, tanto para el país como para nuestra escuela en el campo de Ale Askar?
Creo que es catastrófica y que afectó a todo el Líbano. Todos los ojos del mundo están puestos en Beirut, todo el mundo está ayudando allí, así que por supuesto que nuestro proyecto se va a ver afectado porque todos los fondos irán directos a Beirut y se olvidarán de los campamentos y de los refugiados, por lo que, indirectamente, Ale Askar se verá muy afectado.