Más de 8 años de guerra en Siria se traducen en millones de vidas rotas. En cicatrices visibles e invisibles, en barrios devastados y edificios que enseñan sus entrañas, partidos por la mitad. Eso es Alepo hoy: una ciudad hecha de escombros, con habitantes que luchan por ponerla en pie de nuevo. Por reconstruir sus calles y sus vidas.
Personas como Fatima, que perdió su casa en 2012, al principio de los bombardeos, pero que al menos se cuenta, junto con su hija pequeña, entre las supervivientes. Sin posibilidad de volver a una casa destruida, Fatima comparte vivienda con sus padres y sus cinco hermanos, uno de ellos con parálisis cerebral. Y lo que son las cosas, ella, que volvió al hogar familiar buscando refugio, se ha convertido en el sostén de toda la familia, gracias a su empleo en la fábrica que ONG Rescate abrió el pasado año en el este de Alepo.
El este de Alepo fue durante años frente de guerra. Plagado de artefactos aún por estallar y con infraestructuras y viviendas inservibles, el objetivo de nuestro proyecto es eliminar más de 10.000 m³ de escombros, haciendo el entorno más saludable para 15.000 vecinos, y al mismo tiempo, dar un medio de vida a muchos de ellos. La fábrica de reciclaje de escombros, gestionada directamente por ONG Rescate y financiada por Naciones Unidas, la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y la Comunidad de Madrid, funciona desde agosto, tras haber formado a 300 personas en la actividad, así como en la gestión de negocios, y contratar directamente a 136. A medio plazo, se busca que los trabajadores puedan lanzar sus propias iniciativas, contribuyendo al emprendimiento y empoderamiento de la ciudadanía siria para liderar la reconstrucción.
Rawaa es otra de las residentes en Alepo y trabajadoras de la fábrica. Con 35 años, esta joven viuda, que perdió a su marido en guerra, está a punto de convertirse en abuela. Su hija de 18 años está embarazada, y junto con sus otros dos hijos, en edad escolar, y sus padres, dependen de su empleo para salir adelante.
Es el mismo caso que Mouhammad, sustento de una familia formada por su mujer y cuatro hijos menores de edad, una de ellos con discapacidad. Mouhammad vivía de la tierra, pero la guerra lo despojó de sus terrenos. Después de eso, se aferró a su camión como modo de vida, hasta que se lo robaron. Hoy vuelve a empezar, otra vez, con la ilusión de esta nueva oportunidad que no solo le permite tener un trabajo, sino también ser partícipe de la reconstrucción de su ciudad.
Los comienzos son duros, y mucho más cuando implican empezar de nuevo en una ciudad arrasada. Pero la materia prima para reconstruir Alepo son sus propios escombros. Y las manos de la reconstrucción serán las manos de sus vecinos: los que perdieron sus hogares, a sus seres queridos, sus empleos, sus antiguas vidas.
Cuando la fábrica comenzó a funcionar, el objetivo era producir 15.000 bloques de cemento, que servirían para reparar calles, infraestructuras de primera necesidad para la población, como hospitales, y viviendas. Hoy, con este reto superado, seguimos trabajando para coser las cicatrices de esta ciudad, y cerrar las heridas abiertas en las vidas de sus pobladores.