Cuando salió del armario tuvo que encerrarse en uno peor: el de las cuatro paredes de su casa. Las situaciones a las que se exponía en la calle la llevaron no solo a sentir miedo, sino que le hicieron dudar de su propia identidad. “Sentía repulsión hacia mí misma, dudé de mi propia persona y no me proyectaba hacia ningún lugar”, cuenta.
Fueron sus amistades quiénes le dijeron que no podía seguir ocultando lo que sentía. Además "mi hermana me dijo que no podía seguir sintiéndome tan mal". En Madrid está tratando de reunir las fuerzas para contarles la verdad. Desde que aterrizó en Madrid hace poco más de un año ha tratado de forjarse de nuevo su propia identidad a la vez que estudia y complementa su formación para encontrar un trabajo con el que volver a sentirse autónoma.
Se le asignó como organización de referencia ONG Rescate una vez que solicitó el asilo debido a la persecución a la que se vio sometida en Colombia por su orientación sexual y ella dice que “llegué a Rescate en el momento oportuno”. Necesitaba apoyo psicológico y Ana se lo dio. Necesitaba asesoría legal y la obtuvo de Lucía. A Alba, su trabajadora social, dice que le debe gran parte de lo que es ahora. Y a Jorge, que fue quien le inscribió en un curso de desarrollo web, el haber conocido a Elena, la que ahora es su amiga y compañera de piso.
Ahora, mientras realiza otro curso de análisis de datos, sabe que está ante una nueva oportunidad de encauzar su vida. En lo personal y lo profesional.